jueves, 29 de octubre de 2009

miércoles, 28 de octubre de 2009

DESEO DE SER PUNK

La paradoja de los trabajadores de hoy es demoledora. Se pide eficiencia, trabajo duro y, cuando se cumple la tarea, se prescinde de personal y al que queda se le exige nuevamente eficiencia y trabajo duro.

Por eso, recomiendo la lectura de Belén Gopegui "Deseo de ser punk". Os dejo este fragmento

- Me parto, papá. "Estados Unidos destruye empleo al mayor ritmo en 34 años" -leo.

- Sí, parece que estamos atravesando una crisis económica - mi padre.

- Pues no. Justo lo que parece es lo contrario. No la atravesamos, la hacemos. O sea, la hacen porque les da la gana.

Mi madre levanta la cabeza de sus papeles y me mira.

- "Destruye empleo", ¿no lo veis? No es que el empleo se derrumbe, como si hay un terremoto y las casas se vienen abajo. Es que lo destruyen aposta. Igual que tiran los tomates al mar, para que suba el precio de los tomates.

- En cierto modo, sí -mi padre.

- ¿Y os da igual?

miércoles, 21 de octubre de 2009

¿DE QUIÉN ES LA CULPA?


El sistema económico actual culpa a los consumidores de la recesión y no a las empresas, que se marcan objetivos cada vez más irrealizables y que caen en una crisis de sobreproducción.

Por este motivo, cuando leemos noticias como ésta en la prensa nos preocupamos, porque - si bien no deja de ser una estadística - ver cómo se devora en tres meses el ficticio bienestar que hemos alcanzado desde 2004 supone alertar de que el consumo se retraerá.

Con datos así, las expectativas están bajo mínimos. ¿Qué tenemos que esperar? ¿A que consumamos sin solvencia o a que el sistema capitalista asuma su insuficiencia permanente? Parece que es más fácil volver a la primera opción. Quizás el primer síntoma sea que el Dow Jones ha cerrado por encima de la cota psicológica de los 10.000 puntos, algo que no sucedía desde hace más de un año y que los analistas interpretan como un signo más de la incipiente recuperación global tras la peor crisis financiera. ¿Ya ha vuelto el capitalismo especulativo?

domingo, 18 de octubre de 2009

BUENAS INTENCIONES Y POCO RESULTADO


Ya conocemos el patrimonio de nuestros ministros, aunque lo hacemos con cinco años de retraso, porque esta presunta transparencia era una promesa del programa electoral presentado en 2004.

El hecho de conocer estos datos es visto por la ciudadanía, y por los propios cargos públicos, como un ejercicio de transparencia que consigue evitar las tentaciones de la corrupción.

Sin embargo este noble objetivo ha debido encontrar algunas trabas internas si el Gobierno ha tardado cinco años en hacer público el patrimonio de los Ministros y Secretarios de Estado. Uno de los más resistentes – según las informaciones publicadas en la prensa esta semana – fue Bono. El entonces Barón Manchego, aseguró que esos datos sólo sirvieron para aumentar el morbo público.

Las cifras que hemos conocido son significativas porque vemos el impacto que ha dejado la empresa privada en las cuentas de Sebastián o Garmendia, pero el caso más discutido y discutible es el de Chaves, que sólo acumula 68.964 euros. ¿Qué puede haber ocurrido? La Ley 5/2006, de 10 de abril, es la que ha obligado este jueves a publicar en el Boletín Oficial del Estado los supuestos patrimonios del Presidente, los Ministros y los Secretarios de Estado del Ejecutivo. Al valorar el patrimonio con esta ley no se controlan los patrimonios de los cónyuges, que pueden justificarlo de manera voluntaria. También hay que tener en cuenta que se ha calculado el valor catastral de la vivienda (que suele rondar la mitad del precio del mercado).


Quizás más que esta borrosa imagen de los patrimonios, ¿no sería más interesante conocer las relaciones que existen entre los que ocupan cargos públicos? Amistades, cuotas, favores... Seguramente nos llevaríamos una sorpresa al ver que la meritocracia es un invento.


martes, 13 de octubre de 2009

EL PENSIONISTA GALÁCTICO

El Consejero Delegado del BBVA va a cobrar una pensión de 3 millones de euros anuales. Esta cifra habría pasado desapercibida hace cinco años y no habría suscitado reacciones políticas por parte de grupos parlamentarios y sindicatos. Tampoco habría sido tema de debate en tertulias radiofónicas. Todo ello es síntoma de que algo ha cambiado y que la sensibilidad social tiene ahora otro rumbo. Por eso, las cifras de los salarios o pensiones de altos cargos resultan escandalosamente desorbitadas para el ciudadano de a pie.

Hoy que la burbuja financiera ha estallado, que la banca mundial ya no goza de la incontestable credibilidad de tiempos anteriores, la pensión de un alto directivo de un banco español despierta malestar o dudas. Cuando los comentarios sugieren palabras como “ética” o “caso llamativo”, queda claro que lo que antes era normal, comprendido y aceptado, hoy es anormal, incomprendido e inaceptable, para un amplio sector de la población.


Las decisiones de una empresa se corresponden al ámbito privado y sería un error pretender controlar las cuentas de una empresa solvente como el BBVA, que no ha recibido ayudas públicas y que, por lo tanto, no tiene ninguna deuda con la sociedad. Es inaudito que se le pida a un banco austeridad, como si se tratara de un cargo público, homologando al banco con un partido que gobierna.

Por lo tanto, los que tienen voz y voto son los accionistas y son ellos los que, si lo consideran oportuno, pueden destinar 52,5 millones de euros a la pensión vitalicia de un alto cargo. Si esta decisión se toma cuando hay dificultades para conceder créditos que reactiven el consumo y relancen la actividad de las PYMES, es evidente que el autónomo, el trabajador por cuenta ajena, el parado o el pequeño empresario se sentirán agraviados.

A pesar del comprensible descontento, se trata de una decisión privada y, como tal, poco se puede reclamar. Pero mientras es privada la decisión de otorgar semejante pensión a un cargo directivo, también es privada la decisión de aceptar esa cuantía. De esta manera, todo queda en un simple juego de valoración de intenciones y voluntades y sobre eso todavía no hay una legislación, ni ética social que lo impida.